"Extraña pasión. No el fingirse idiota por la utilidad que suele reportar. Ese es el arte de timadores y aduladores. Y no es una pasión, sino un cálculo. La Bruyère lo pinta con colores inimitables cuando despliega sus cortas alas en el ajetreado va y ven de los aires de la Corte. No me refiero tampoco a la incoherencia mental de los que son incapaces de comprender, por la hipocresía en su sentimiento, la falsedad de las convenciones formales en la vida social o política a la que con tanto gusto se acomodan. Hablo de la pasión de parecer imbécil por completo, sin serlo del todo, que anima a casi todos los intelectuales, periodistas y artistas cuando hablan del sistema político de la transición. Sostienen lo contrario de la verdad, sobre hechos que se pueden percibir fácilmente por los sentidos o el intelecto común. Sin necesidad social ni utilidad personal, porque no viven de la política ni a la sombra de un partido, mienten por sistema, sobre el sistema de poder, pero sin saber que mienten. No captan la realidad de los hechos políticos, sin que el miedo o la ideología lo puedan justificar. Incluso moderadamente inteligentes en otros campos, parecen idiotas cuando, sin el menor discernimiento, creen, con torpe pasión, los tópicos de la imbécil propaganda para uso de masas incultas.
Creen, por ejemplo, que la Constitución fue aprobada por unas Cortes constituyentes y no por una Asamblea Legislativa; que la forma de Estado y de Gobierno fueron aprobadas por el pueblo junto a la Constitución, pese a que no tuvo ocasión de pronunciarse sobre la Republica ni el Presidencialismo; que el Poder Ejecutivo del Estado está separado del Legislativo, contra la evidencia de que el mismo partido y los mismos diputados que gobiernan, legislan; que el Poder Judicial es independiente de los partidos que los ponen y quitan de las listas; que la soberanía reside en el pueblo o el Parlamento, y no en los aparatos de los partidos del bloque constitucional; que el Tribunal Constitucional es órgano judicial independiente y no Instancia política dependiente de los partidos; que los partidos son organizaciones democráticas, donde ningún asunto se decide por votación de la militancia; que los partidos son asociaciones representativas de la Sociedad, y no órganos representativos del Estado, con monopolio de la política y financiados con fondos públicos; que el consenso es la suprema expresión de la democracia política, ignorando que ésta se define sólo por la regla de mayorías y minorías; que existe libertad de expresión, contra la evidencia de que sólo se edita, en masa, el pensamiento único; que la corrupción es asunto individual, y no consecuencia del sistema político; que la tolerancia es la virtud de la democracia, y no el respeto; que la nación es un proyecto de vida en común, y no un producto de la historia; que el terror nacionalista no es un asunto político, sino policial; que el crimen de Estado puede cometerse sin aprobación del jefe de Gobierno y del partido gobernante; que la razón y el secreto de Estado no oculta siempre un designio criminal; que votar es un deber cívico en vez de un derecho político; que abstenerse es signo de indiferencia, y no de la imposibilidad de votar en conciencia; que el indulto del Crimen de Estado no es peor que el crimen.
Si excluimos el miedo y la ideología como causas de esta pertinaz manía de estar del lado del error en la percepción de lo político -error sistemático que tiene la intención y la coherencia de la propaganda para personas incapaces de pensar por si mismas-, la pasión de parecer idiota, sin serlo, debe responder, tal vez, a la irresistible atracción del dejar de pensar, para llegar al colmo de la igualdad democrática, echándose de bruces en el modo romo de pensamiento de los más ignorantes."
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