jueves, 27 de enero de 2011

El Mundo (edición Andalucía) 11-04-2006.

La Sorpresa de Solbes. Juan Francisco MARTÍN SECO, El Mundo 11-08-2004.

"...Desde hace muchos años, los nombramientos en la Administración como en las empresas poco tienen que ver con la capacidad, la profesionalidad o el trabajo bien hecho. Por cierto, tampoco creo que tengan que ver mucho con la ideología. Lo definitivo es la pertenencia a un partido político o, mejor dicho, a una familia política. Se pagan ante todo las fidelidades. Incluso, a veces, según sea el cargo a ocupar, no se necesita ser militante, ni siquiera simpatizante, sino sólo pertenecer al círculo de amistades del ministro o del secretario de Estado de turno, y, eso sí, dar la impresión de que se va a mantener lealtad absoluta, casi vasallaje, a quien te haya elegido. Tanto en el sector público como en el privado hay algo de cooptación, de feudalismo. Lo importante son las relaciones personales.

Pasión de parecer idiota. Antonio GARCÍA TREVIJANO, LA RAZÓN 10-05-2000.

"Extraña pasión. No el fingirse idiota por la utilidad que suele reportar. Ese es el arte de timadores y aduladores. Y no es una pasión, sino un cálculo. La Bruyère lo pinta con colores inimitables cuando despliega sus cortas alas en el ajetreado va y ven de los aires de la Corte. No me refiero tampoco a la incoherencia mental de los que son incapaces de comprender, por la hipocresía en su sentimiento, la falsedad de las convenciones formales en la vida social o política a la que con tanto gusto se acomodan. Hablo de la pasión de parecer imbécil por completo, sin serlo del todo, que anima a casi todos los intelectuales, periodistas y artistas cuando hablan del sistema político de la transición. Sostienen lo contrario de la verdad, sobre hechos que se pueden percibir fácilmente por los sentidos o el intelecto común. Sin necesidad social ni utilidad personal, porque no viven de la política ni a la sombra de un partido, mienten por sistema, sobre el sistema de poder, pero sin saber que mienten. No captan la realidad de los hechos políticos, sin que el miedo o la ideología lo puedan justificar. Incluso moderadamente inteligentes en otros campos, parecen idiotas cuando, sin el menor discernimiento, creen, con torpe pasión, los tópicos de la imbécil propaganda para uso de masas incultas.