Os prohibirán un día conocerme,
saber de mí. En prisiones silenciosas
me aislarán con los otros: los malditos
que antes que yo y después hayan expuesto
su verdad sin temor. Sinceramente.
Dirán que soy un ser insolidario,
asocial, pernicioso a la salud
de la mente oficial de aquel momento.
Que la euforia, el estímulo, el placer
de vivir -lo importante- en mí es hollado.
Pero alguien hallará siempre la llave.
Penetrará en la cárcel que me encierre
y buscará entre sombras mis palabras.
Y reconocerá que hablo de él mismo,
de su fracaso, el mío, del de todos.
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