viernes, 25 de febrero de 2011

Nuestro náufrago.

Leyendo EL PAIS de hoy nos hemos alegrado al verle ya en Madrid. El diario le trata como si fuera un trabajador de REPSOL:


Y supongo que no se enfadara si coloco parte del correo que me ha enviado esta tarde:
"Ya estamos en Madrid,  gracias a las gestiones de REPSOL que ha sido la auténtica embajada de España en Trípoli.
Cuando leíamos que la Trini no consideraba necesario gastar el presupuesto en un avión de rescate y veíamos que todos los demás países estaban enviando ayuda, no nos lo podíamos creer.
Algunos compañeros se volvieron en el vuelo que Portugal puso a disposición.   ¡Generosos y solidarios vecinos!
Verdaderamente,  podría seguir escribiendo un libro. 
Tan sólo espero que Libia encuentre la estabilidad sin mucho sufrimiento, para estar allí de vuelta pronto. 
Esta mañana bombardearon la ciudad de AzZawia, donde residen dos de mis jugadores más queridos. 
Cuando despegábamos ayer de Trípoli no quise impedir que las lágrimas brotasen de mis ojos pensando en todos mis amigos. 
Que Dios les guarde!!"
Así sea. 

3 comentarios:

Juan José Rosas dijo...

Me alegro por tu amigo, le he cogido cariño.

UN SALUDO

Anónimo dijo...

Conocí al náufrago en los primeros años de carrera, cuando volvíamos andado al metro de Moncloa de las clases de química del grupo de tarde. En esos primeros años perdí la pista al hombre “sin calcetines”, se empeñaba en no llevarlos nunca en invierno…

Ayer, escuchando el programa radiofónico “La Brújula” de Onda Cero, le escuché de nuevo. Algún contertulio algo “despistado” no supo entender al náufrago. Volví a "ver" al hombre sin calcetines y me alegró saber que sigue respirando optimismo.

Saludos.

Anónimo dijo...

He oido la entrevista, impresionante Miguel Ángel Rodríguez, no sé cómo entiende él las cosas, es más papista que el Papa en la defensa de la derecha, y sobre todo de Aznar.
Que manera de mezclar las cosas y de tergiversar, sólo piensa en política y en estupideces, no tenía esa opinión de él, que decepción!!!
Impresionante la templanza de tu amigo. Digno de admirar.